Olor a cenizas

Verte frente a frente hacía que mis tripas fueran devoradas por pequeñas cucarachas que se colaban en mi interior. Yo no lo sabía y te miraba sin cesar. Tus ojos me embrujaron desde el primer minuto. Mientras me acurrucaba a tu lado, mi interior se iba vaciando, reducido a comida para insectos que no paraban de reproducirse. Yo desaparecía de dentro hacia fuera. Y tú te metías en mi mente sin darte cuenta, vaciándola de todo contenido que no fueras tú mismo.

Las personas de mi alrededor no notaron nada raro mas allá de unos kilos de menos, pero empecé a notar cómo me enfermaba. Me costaba andar con normalidad porque mis piernas ya no estaban sustentadas por músculos, tan solo me unía a mi piel el cúmulo de cucarachas interiores que se movían y retorcían dentro de mí. Mis brazos perdieron volumen y mi tripa, antes abultada, se redujo bastante, haciendo que toda mi ropa me quedara holgada.

Poco a poco mis cucarachas interiores empezaron a dirigir mi vida, dejé de decidir qué actos realizar y me centré tan solo en disfrutar. Me dejaba llevar por ellas y perdía la conciencia. Cuando volvía en mí, después de periodos muy largos de inconsciencia, me encontraba en la noche más larga, en la fiesta más desenfadada pero siempre a tu lado. En la latencia inconsciente mis ojos descansaban y dejaban de ver aquello que mi cerebro hubiera visto si las cucarachas no hubieran hecho de las suyas.

Recuerdo con especial cariño cómo nos abrazábamos o acurrucábamos y en tus gruñidos de gusto a mi lado. Tu brazo sobre mi piel dibujaba cada curva de mi cuerpo y yo respondía con unas cosquillas que no te gustaban pero me permitían tocar cada centímetro de tu piel. Pienso en tus manos sobre mi cuello o en cómo me recogías el pelo con los dedos para poder verme mejor. Mi mente se evade a eso tiempos una y otra vez. Días que parecen cercanos pero que distan mucho. Días en los que me dejaba llevar por ti.

Ahora siento que nos separan dos mares: el mío y el tuyo. Y siento que no quiero verte más mientras te obligo a permanecer a mi lado porque ya no concibo la vida sin olor a madera. Siento que soy mala, que me crecen las orejas y la nariz porque me voy embrujando poco a poco. O quizá las cucarachas de mi interior me embrujaron desde un principio.

Débil, rota, tonta, embrujada, pequeña, llena de insectos y de barro, cansada, jodida y radiante me quedé, y así sigo. Por ello ahora evito mirarte a los ojos, que sé que pueden hechizarme.  Lo poco que no devoraron las cucarachas fueron mis cenizas, que es lo que resta de mi ser.

Vagabundeo ahora buscando cada una de esas partes que las cucarachas me hicieron perder, y sé que hay alguna parte de mi que tienes tú guardada y no me quieres devolver. Por más que ruegue en tu puerta, por más que chille o me enfade, por más que quede en suspenso la gravedad, no me lo devuelves.

Por eso siempre que sueño contigo, me reduzco a cenizas, esas que desean desgastar mi suelo bailando juntos.

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